domingo, 17 de diciembre de 2006

Bautismo de montaña

Carrera de Navidad de Cercedilla. 17 de diciembre

Reconozco que no estaba yo muy convencido de esto de correr tan pronto una carrera de montaña. Es algo que por ahora me daba un poco de respeto y, por qué negarlo, algo de pereza.

El caso es que me convencieron, y aunque las fotos y el perfil del recorrido no presagiaban nada bueno, al final me decidí. Así que ahí estábamos esta mañana, Ana, Isma y yo, dispuestos a devorar pista, piedras o lo que se nos pusiera por delante.

El ambiente, como viene siendo habitual, era muy animado. Se veían muchos corredor@s calentando, que se dirigían hacia o venían ya de recoger sus preceptivos dorsales y chips. Temperatura fresquita, como no podía ser de otra forma, estando en las fechas que estamos, y metidos en plena sierra madrileña.

Tras los homenajes merecidos, comenzó la carrera. Según vi el panorama, decidí que lo mejor que podía hacer era ir con Isma y Ana, sobre todo porque el primero vive en Cercedilla, y se conoce los caminos del recorrido como la palma de su mano. De esa forma sabría en todo momento lo que me esperaba a continuación; además, el ritmo que ellos iban a llevar me garantizaba no caer en mi error habitual de cebarme al comienzo, cuando las fuerzas y las sensaciones son buenas, lo que luego siempre me pasa factura.

Y parece que el plan dio resultado. En todo momento nos mantuvimos a un ritmo muy cómodo, que incluso me permitía mantener a ratos una conversación con mi compañero de camino (porque apenas tres kilómetros después de empezar Ana se nos había quedado mientras avanzábamos posiciones durante un repecho). La temperatura era agradable, la ausencia de lluvias de los últimos días hacían que el terreno fuera más que propicio, y no había masificación.

La tan temida cuesta de que nos habían hablado antes de comenzar no fue para tanto; hay que agradecer los carteles con tintes cómicos que colocaron en los árboles a lo largo de la misma, que también ayudaron. Llegamos a la mitad del recorrido bastante enteros, y dispuestos a dar cuenta del merecido y esperado avituallamiento.

¡A gloria nos supo el gajo de naranja que acompañaba a la botella de agua! Ni te imaginas lo bien que entraba después de tanta subidita. Pero aún quedaba la bajada suicida con barro, agua y algo de hielo. Un par de caídas, no nuestras sino de otros corredores nos obligaron a detenernos un poco; es lo que tiene ir corriendo junto a un ATS. Una de esas caídas nos entretuvo lo suficiente como para que Ana nos diera caza, y así poder completar los poco más de dos kilómetros que nos quedaban para la meta, que cruzamos a la vez, como tres campeones, dando así por cerrado -al menos para Ana y para mí- nuestro bautismo en carreras de montaña. Sin duda, no será la última.

Quedan para la anécdota el vino dulce al acabar la carrera, la estupenda bolsa de corredor que nos dieron al acabar (anticipo de las navidades, con tanto regalo que llevaba), y la frase "me duele el orgullo" que fue la respuesta que a la pregunta de Isma "¿qué te duele?" dio una chica tras haberse dejado las rodillas en una caída. A mí, la verdad, me dio pena esa reacción tan ausente de gratitud hacia las personas que nos detuvimos a ayudarla; bueno, hago mal en incluirme, porque yo sólo miré y recogí este triste testimonio.

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