lunes, 9 de abril de 2007

Casitriatlón


Esto de los blogs puede resultar agotador. Sobre todo si después de escribir durante veinte minutos, en el momento de salvar el post, te equivocas, la cagas, y toda tu inspiración se va al garete. Una lástima, porque me había quedado estupendo :( Intentaré, al menos, acercarme a lo escrito antes.

Se acerca el primer medio maratón. Está a la vuelta de la esquina. Día 21 de abril en Calatayud (Zaragoza). ¿Por qué ese? ¿Y por qué no?

Ya estamos apuntados, y debemos llegar preparados. Sin embargo, yo llevo casi dos semanas parado, por culpa de los gemelos de mi pierna izquierda, pero también por culpa de mi tozudez, que me impidió decir basta un rato antes, además de no jugar al día siguiente un partido de pádel perdido de antemano.

El sábado pasado intenté correr un rato para ver si el descanso había surtido efecto, pero a los cinco minutos tuve que parar, dar media vuelta, y regresar andando por donde había venido. Negro panorama; empiezan las dudas, y descarto participar el póximo domingo en la carrera popular de Colmenarejo.

Siguiendo el consejo de Ana, hoy he sustituido la carrera a pie por la bici de montaña. Nada mejor para no perder fondo y fortalecer las piernas, hartas ya de tanto parón. Hacía algo así como tres meses que no montaba, pero tampoco es que haya notado en exceso la inactividad. He subido bastante bien el puerto que hay de camino a Colmenarejo, pese a que mi bici se empeña en no dejarme poner el plato pequeño (recordatorio: llevarla a revisión, que ya le toca a la rebelde)

En este punto hay que decir que la climatología hoy era la propia de la época en la que nos encontramos: primavera, abril... todo dicho: cielos negros, tormentas, etc. Aún así, yo, que soy más chulo que nadie, he pensado que podría subir y bajar antes de que me pillara algún más que previsible aguacero. Menos mal que no me he dedicado a los pronósticos climatológicos.

Cuando llegaba al final del puerto, las cuatro gotas que llevaban varios minutos acompañándome han pasado de cuatro a ocho, luego, dieciséis, treinta y dos... ¡¡¡dos mil millones!!! He tenido el tiempo justo para ponerme el chubasquero, la braga, y empezar el descenso con más miedo que vergüenza. El mal estado de la carretera, el viento y la lluvia que a cada metro arreciaba cada vez más, me lo han hecho pasar francamente mal. Aunque no todo ha sido malo.

Sabía que no tenía más remedio que tirar pa'lante, apechugar y seguir bajando como buenamente pudiera, porque apenas podía ver con tanta agua acribillándome los ojos. Ha habido un momento en el que apenas veía el campo; todo era gris: nubes y lluvia, mucha lluvia.

Cuando he terminado el descenso he podido notar realmente lo calado que estaba. Mis zapatillas hacían un sonido parecido a chof-chof. Las piernas me pesaban, y no por el esfuerzo, sino por la enorme cantidad de agua acumulada en los desafortunados pantalones de chándal que he decidido ponerme. No quedaba otro remedio; a poco más de dos kilómetros de casa, lo único que podía hacer era pedalear con todas mis fuerzas, rezando para que el camino que había decidido seguir no estuviera excesivamente embarrado.

Ha habido suerte, y quizá ese momento ha sido el mejor de todos: mientras pedaleaba como si me fuera la vida en ello, la lluvia comenzaba a remitir, y me sentía cada vez mejor, supongo que en parte por el calor que generaba mi cuerpo a causa del esfuerzo.

Por fin he conseguido llegar a casa, calado como no recordaba en mi vida, y hasta arriba de barro. Flaco favor le he hecho a mi cuerpo, que lleva todo el día luchando contra un principio de constipado que no sé si me acabará venciendo. Suerte que Ana me ha puesto las pilas, obligándome a darme de inmediato una ducha caliente y reparadora.

Al final, a falta de carrera a pie, puedo decir que hoy he disputado mi primer casitriatlón...

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