lunes, 18 de junio de 2007

Corriendo bajo la lluvia

Trofeo San Antonio de la Florida. 17 de junio

Estaba nervioso, lo confieso. Se trataba de la primera carrera popular que corría desde hacía muchos meses, y también la primera desde que entré a formar parte del club. ¡Qué nervios!

Habíamos quedado en la pista de atletismo del club una hora y media antes de la salida, para que luego no se nos echara el tiempo encima. El día parecía que no nos iba a acompañar demasiado. En ese momento no llovía, pero lo había estado haciendo antes y, como contaré luego, también lo haría después.

Nos dividimos en coches y nos dirigimos al lugar de la carrera. En nuestro coche, además de Ana (que esta vez no corría; la media maratón todavía le pasa factura en una de sus rodillas) y de mí, iban Mari Luz, Mari Ángeles y Bryan.

Llegamos con bastante tiempo. Miguel Ángel, que se había encargado de hacer las inscripciones, tenía nuestros dorsales. Luego, cada uno se encargó de recoger su chip. Y a calentar.

Yo me encontraba aún dolorido por la sesión con el fisio y el esfuerzo del jueves, pero tenía muchas ganas de volver a correr un diez mil, aunque no sabía qué tal iba a aguantar.

Buen ambiente, y primera novedad: compartir la salida con bastante gente conocida. Paco, José Luis -que corría su primer diez mil-, Miguel Ángel y Pedro -que enseguida nos dejaron para marcar de cerca a Ángel, que se había colocado delante- ... En fin, me gustó la sensación de comenzar la carrera de esa manera tan desenfadada.

Señal de salida, y cuesta abajo, que así da gusto empezar. Dedicamos los primeros metros en no perder de vista a Miguel Ángel, pues pensábamos que iba a llevar un buen ritmo (por debajo de 4'30" el km) y estaría bien seguirle. En cuanto nos enganchamos a él, más tranquilos. Con Pedro y Ángel, a pocos metros por delante, disputando su pique particular.

La primera vuelta estuvo bastante bien. Sólo el repecho de algo más de un kilómetro que desembocaba junto a la zona de meta se nos hizo más duro. Suerte que Teo y Ana estaban ahí, sacando fotos y dando ánimos, que no veas cómo se agradece. Pero aún nos quedaba una vuelta.

Pedro se había quedado, y Miguel Ángel estaba concentrado en no dejar escapar a Ángel. Cuando comenzamos la segunda vuelta, le superamos, pero al iniciar la primera bajada, le vimos superarnos con sorprendente facilidad. A partir de ahí comenzó mi particular calvario. Bueno, tampoco es para tanto, pero de alguna manera hay que referirse a los kilómetros que siguieron hasta la llegada.

Un pequeño repecho antes de llegar a la cuesta de San Vicente me mató. Coincidió con una racha de viento de cara, y me dejó tocado. Además, poco después comenzó un diluvio que nos acompañó hasta el final de la carrera. La recta que constituía el paseo de La Florida y la Avenida de Valladolid se hizo eterna y encharcada, pero aguantamos. La segunda y última subida me remató, y a pesar de los ánimos, cuando pasamos el kilómetro 9, me hundí al ver lo que faltaba aún: una larga contrarrecta, un giro y la recta de meta.

Le dije a Miguel Ángel que tirara, porque yo no podía con mi alma. José Luis se había quedado durante la subida, y del resto no sabía. No me detuve, aunque estuve a punto. La gente me iba pasando. Incluso Ángel y otro del club (no recuerdo su nombre). Yo les dí ánimos, pero no podía con mi alma.

Pero en la recta de meta no sé qué me pasó, que las fuerzas me volvieron, y esprinté. Superé a los dos compis que me habían rebasado unos metros antes, y llegué a la meta calado hasta los huesos, el 272 de cerca de 1000, en 44'46", a 21" de Miguel Ángel.

Lo mejor, sin duda, la barbacoa de después...

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